«Green border»…

>>>«Inmigrantes a palos, sin un mínimo refugio» Con este titular, Carlos Boyero, en el diario «El País» (Madrid, 14 junio de 2024 / pág. 44) comenta el filme polaco «Green Border«, dirigido por Agnieszka Holland, (1948), y con cuatro intérpretes, uno de los cuales, de nombre Al Rashi Mohamad.

>>>La película presenta inicialmente a un grupo de inmigrantes (afganos, libaneses, sirios…) a bordo de un avión y que son depositados en un bosque, en la frontera entre Bielorrusia y Polonia. Nadie les quiere allí. Y los despiadados guardias fronterizos, a base de hostias y amenazas le quieren cargar el muerto al vecino.

FUENTE: «elpais.es» 14 junio 2024 / pág. 44

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>>>COMENTARIO: El titular quiere señalar que los inmigrantes son tratados «A PALOS», es decir, «apaleados», dicho sea de forma tosca y vulgar.. Y más sorprendente es que en un texto publicado en un medio de información (o de desinformación) que pretende ser prestigioso, se admita como término aceptable, culto, o al menos, respetable entre personas educadas, la palabra «HOSTIA», que si en latín significa «victima» y que en la liturgia de la religión cristiana y católica se refiere al cuerpo de Jesucristo en el misterio de la Eucaristía, en este caso toma el significado soez y sacrílego de pretender expresar lo que en lenguaje canalla designa a los golpes violentos, sangrientos y hasta mortales por parte de alguien criminal y agresor contra una persona agredida y víctima.

Lo cual denota el uso de un lenguaje propio de gente delincuente y además blasfema contra Jesucristo.

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>>>SEGIDAMENTE, el diario digital «PÚBLICO» «informa«:

‘Green Border’, la película que desató un tsunami de odio fascista contra la cineasta Agnieszka Holland

Esta desgarradora historia revela la trampa que puso el ultra bielorruso Lukashenko a los refugiados y la respuesta inhumana y cruel que tuvo Polonia con ellos .

BEGOÑA PIÑA@BEGONAPINA

Los ultraderechistas polacos enloquecieron de furia el año pasado con la nueva película de la veterana cineasta Agniezka HollandGreen Border, en la que se revelaban las tácticas siniestras del presidente de Bielorrusia Aleksandr Lukashenko con los refugiados y la espeluznante respuesta de las fuerzas uniformadas de Polonia. La reacción a la película fue tan desmesurada que la directora tuvo que vivir un tiempo con escoltas de seguridad.

Lukashenko atrajo en 2021 a miles de refugiados de Afganistán, Siria, Irak, Yemen y Congo, prometiéndoles un paso fácil a Europa a través de la frontera con Polonia. Las fuerzas policiales polacas los recibieron como si fueran armas enviadas por Putin. Les trataron con violencia, les robaron dinero y devolvieron a estas personas al otro lado.

Mujeres, enfermos, niños y ancianos se vieron de nuevo en Bielorrusia, «donde les esperaban torturas, palizas, hambre y violaciones, o fueron abandonados en la zona de la muerte, donde la perspectiva es la muerte en el bosque por hipotermia, hambre o ahogamiento en los pantanos».

Zbigniew Ziobro, entonces ministro de Justicia y fiscal general de Polonia, llamó nazi a Holland, mientras que el que fuera ministro de Exteriores, la calificó de estalinista. Volcaron todo su odio contra ella y avivaron la inquina en medios de comunicación afines. «Era un tsunami de odio que fue bastante desagradable porque podía movilizar a algunos locos violentos». Agnieszka Holland demandó a Ziobro y ganó.

Green BorderPremio Especial del Jurado en el Festival de Venecia, está inspirada en la realidad de los refugiados en las fronteras europeas. «Aunque parece que es algo increíble, es real y está ocurriendo en muchas fronteras de Europa y también en la frontera de Estados Unidos. La violencia es nuestra respuesta a la crisis migratoria. En África es aún peor. En Túnez o Sudáfrica, y en Arabia del Sur… en la frontera con Arabia del Sur los guardias fronterizos están matando a los refugiados etíopes».

La situación política hoy en Polonia es diferente, pero cuando estrenó el año pasado su película, el gobierno alentaba el odio constantemente. 

El Gobierno se excedió. Durante años y años han utilizado solamente el recurso del odio. Odio al migrante, al diferente y a cualquiera que no comulgara con sus ideas. Estamos hablando de una gente que decía que el líder de la oposición, Donald Tusk (hoy primer ministro polaco), era poco menos que Satanás. Le insultan, dicen que no es polaco de verdad porque sabe hablar alemán, antes de las elecciones decían que quería entregar Polonia a los rusos…

Hablaban todo el rato en estos términos de él en los medios de comunicación. Así que parte de la población simplemente se lo creyó. Si preguntabas a la gente en el mercado de una pequeña ciudad a quién iban a votar, decían que a Donald Tusk no, «porque es alemán y quiere vender el país a Putin». Utilizaron la propaganda más primitiva.

También fueron contra usted. 

Sí, conmigo fue igual. A mí me han llamado nazi y estalinista. Ni siquiera se aclaran, pero hacen mucho ruido, que consigue alienar a la población. Decían que me pagaba Putin, luego hablaban de mi padre, que era judío comunista y murió hace seis años, y decían que quería matar a sus amigos.

Atacaron la película y la usaron como herramienta de propaganda. Pero, afortunadamente, en los últimos días antes de las elecciones se demostró que la gente estaba cada vez más enojada y disgustada por la propaganda. Y hubo un récord de asistencia a las urnas como nunca en Polonia, incluso más que en el 89, cuando fueron las primeras elecciones para derrocar al régimen comunista. Y los jóvenes por primera vez acudieron masivamente a votar.

La cineasta Agnieszeka Holland en el rodaje de la película «Green Border«.– Vercine.

¿Alguna vez pensó que una película iba a ponerla en peligro de muerte? 

Buenos. Ellos decidieron usar esa película y mi persona para movilizar a los votantes de derecha, y volcaron todo su odio, así que esperaba ciertas reacciones, una guerra abierta, pero no hasta el extremo de tener que ir con escolta de seguridad en mi país. Esperaba a los medios de comunicación atacándome, pero no esperaba que el presidente del país, el primer ministro, el secretario del partido gobernante y los antiguos ministros de Justicia y de Exteriores del partido gobernante lo hicieran.

Era un tsunami de odio que fue bastante desagradable porque podía movilizar a algunos locos violentos. En esta atmósfera de histeria que crearon, las personas son más susceptibles y nunca se sabe lo que puede pasar. Por eso, cuando fui a Polonia para el estreno de la película, tuvimos que contratar seguridad para que me protegiera. Al final han sido víctimas de su propio clima de paranoia.

Usted ha dedicado gran parte de su carrera a denunciar el horror del Holocausto. A la vista del resurgimiento de la ultraderecha en el mundo, ¿no se siente decepcionada? 

Desafortunadamente, estamos moviéndonos en círculo en Europa, pero siempre pensé que esto podía pasar. Me he dedicado a hacer películas sobre el Holocausto porque sentí que ese germen totalitario no había muerto después de la Segunda Guerra Mundial, que simplemente lo habíamos puesto a dormir.

En cuanto nos olvidemos de lo que significa eso, puede volver. El Holocausto fue una especie de vacuna contra el nacionalismo y el racismo, funcionó en Europa al menos durante varios años, pero ahora se acabó, ya no está funcionando, de nuevo somo inmunes y somos susceptibles a cualquier tipo de tragedia.

La situación de los refugiados es límite, ¿se impuso límites sobre lo que mostrar y no mostrar?

Siempre es una elección difícil. Pero aquí sabía que no podía ser demasiado elíptico, que tenía que estar presente la violencia, sobre todo en la primera parte con la historia del refugiado, que es como descender a los círculos del Infierno de Dante. Yo quería hacer ese viaje, que el público no volviera la cabeza, que no apartara la mirada. Nada de lo que contamos, ni siquiera lo más duro, es inventado. Todo está documentado.

El blanco y negro con el que ha rodado, ¿qué le aporta a la historia? 

Una de las razones fue transmitir la idea de que es una historia atemporal. Y, por otro lado, también queríamos la crudeza del documental. Siempre sentimos que el blanco y negro sería el medio para contar esa historia.

Hay diferentes perspectivas en la película, no solo la de los refugiados. También está la de los soldados, ¿por qué decidió darles voz? 

Estaba la tentación de no mostrarlo, pero ellos son seres humanos y han sido también víctimas de alguna manera de esa política. Antes los soldados eran tipos normales muy respetados, los guardias fronterizos eran las fuerzas militares más respetadas en Polonia, porque estaban «protegiendo» a Polonia.

Mi hija dirigió una serie de televisión muy popular para la HBO polaca que trataba sobre la frontera sureste. En ella no daba una imagen positiva, pero sí era una imagen de gente profesional que a veces se enfrentaba a decisiones difíciles. Fue el anterior gobierno el que los convirtió en otra especie.

Al ver la reacción que tuvo el gobierno polaco es evidente que el cine tiene poder. 

Sí, yo no estaba segura de que existiera, pero aquello y, sobre todo, los aplausos de la gente primero en Venecia y luego en otros países, también en Polonia, me hicieron volver a creer en el poder del cine. Yo hago lo que creo que es natural en mí. Hago cine de lo real, porque es lo que me sale. Después de tantos años, soy incapaz de saber a ciencia cierta si el cine puede sacudir o no conciencias, pero lo voy a seguir intentando.

En ‘Green Border’ usted denuncia la hipocresía europea, que trata diferente a los refugiados dependiendo de donde vengan…

En Europa, los políticos tienen que despertar, pero nosotros tenemos que ver también que se están haciendo cosas terribles, que no son legales y tenemos que hablar de eso. Están matando a personas, se están haciendo cosas horribles y la gente cierra los ojos.

Los políticos no tienen idea de qué hacer, tienen miedo de que se abra el tema de la migración porque saben que ese tema ayudará a los partidos populistas y fascistas y creen que es posible la destrucción de la Unión Europea como unidad, así que en lugar de hacer algo, deciden no hacer nada. El problema se hace cada vez más grande.

¿Confía en que se encuentre una solución? 

Lo que estoy viendo hoy en el panorama general, especialmente porque conocemos a los israelíes, es que no hay solución. Me alegro de que en Polonia haya un gobierno más amable durante un tiempo, pero en general no veo la solución.

Tal vez llegue, pero… La mayoría de nosotros piensa que o intentamos hacer algo ya o la solución será simplemente sentarse y esperar hasta que llegue el tsunami. La película trata de despertar a la gente, de explicar de qué es capaz la humanidad y de gritar: hay que detenerlo.

¿Meterse en un proyecto como este le pasa factura en lo personal? 

Bueno, lo que más me cuesta llevar es el sentimiento de impotencia ante todo esto, pero cuando estoy haciendo cine, al menos siento que estoy haciendo algo. Así que, desde el punto de vista egoísta, el cine me ayuda, porque si no, siento la desesperación total. Con el cine al menos puedo despertar de nuevo el germen de humanidad en los demás.

¿Está respondiendo el cine europeo a la amenaza del fascismo? 

Creo que hay que ser innovadores y valientes en todos los niveles posibles, eso es importante también para el cine europeo. No podemos ser oportunistas, no podemos simplemente rehacer una y otra vez la misma película bonita, talentosa y sensible que no dice nada nuevo.

Tenemos que hacer cine con alguna perspectiva de futuro y con una visión global, que es la que no tienen los políticos. Ellos van de elección en elección, y ahora de encuesta de opinión en encuesta de opinión. No se puede resolver ningún problema con esa perspectiva. Hay que asumir los riesgos.

Y los ciudadanos, ¿no está Europa invadida por el cinismo?

La mayoría de la gente es cínica y solo quiere defender sus propios intereses. Están en una total indiferencia. Creo que hay períodos en la historia en los que puede ser indiferente y está bien, pero ahora no está bien, ahora es peligroso.

Además, con la pandemia, la gente aceptó muchas cosas por miedo, tal vez por miedo también aceptan la ley del músculo en la frontera hoy y aceptan que se prohíba a los medios de comunicación ir a ciertos lugares… pero si soy periodista y me dicen que no se puede ir al bosque, iré, es mi obligación. Cuando comenzó la pandemia, pensé en que sería mucho más fácil manipular a la gente.

¿Hay esperanza?

Sí, la esperanza está en este pequeño germen de humanidad que está en el alma de algunos. Vasili Grossman escribió Vida y destino y dijo que la vida no es la batalla entre el bien y el mal. El pequeño germen del bien está dentro del alma de alguien y mientras el germen de la humanidad sobreviva al mal, el mal no puede ganar.

FUENTE: https://www.publico.es/culturas/green-border-pelicula-desato-tsunami-odio-fascista-cineasta-agnieszka-holland.html

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Agnieszka Holland (Varsovia; 28 de noviembre de 1948) es una directora y guionista de cine y televisión polaca.

Nacida de una pareja de periodistas, su padre era judío y luchó junto al Ejército Rojo en la segunda guerra mundial, mientras que su madre era católica, razón por la que la hija fue criada en el catolicismo. Ambos progenitores trabajaron después de la guerra en un periódico local de la ciudad de Varsovia y, debido a eso, la directora estuvo en contacto desde muy niña con los diversos temas políticos y sociales que afectaban a la Polonia de época comunista.

https://es.wikipedia.org/wiki/Agnieszka_Holland

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>>>Seguidamente pertenece al diario de Madrid «El Mundo» (12 junio 2024) la siguiente «información»:

Green Border: la herida fascista de Europa según Agnieszka Holland (****)

La directora polaca insiste en su cine frontal para denunciar el auge y pervivencia del fascismo en la guerra contra la inmigración

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>>>Seguidamente, un lector de «El Mundo» publica este comentario:

NewOrder13/06/2024 10:14

En este mismo periódico aparece una noticia que dice que los jóvenes franceses han votado al fascismo malo malote porque están hartos de la inseguridad que sufren en su país, muy coleguita de los inmigrantes. Mira que buen punto de partida para la próxima película de esta pava.

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